Muchos padres jóvenes se enfrentan a los retos que plantea la llamada "crisis de los tres años", pero no siempre comprenden sus causas y características. Alrededor de los 2,5-3,5 años, los niños empiezan a realizarse como individuos con deseos propios. En este periodo cambia su posición, aumenta su independencia y su actividad.
La nueva palabra "no quiero" se convierte en habitual, el niño muestra persistencia en la consecución de sus deseos. Puede actuar al contrario, ignorando invitaciones o desparramando cosas deliberadamente. Los padres que se enfrentan a esta crisis deben reconsiderar su estilo de crianza.
Aunque la crisis de los tres años es temporal, la forma en que el niño se relacione después con sus padres dependerá de cómo gestionen este periodo. Puede moldear su independencia y adaptabilidad o crearle problemas.
Los principales síntomas de la crisis de los tres años son el negativismo y la terquedad. A menudo, el niño puede reaccionar negativamente no tanto al contenido de una frase como a su origen. ¿Cómo deben responder los padres?
La mejor forma de prevenir el negativismo es evitar la instrucción directa. Permitir que el niño exprese sus propios deseos puede ser útil en la crianza. Por ejemplo, en lugar de ordenar: "Vamos a casa de la abuela", se puede decir: "La abuela nos ha invitado, ¿qué te parece?". Esto permite a los niños sentirse más independientes.
La obstinación también requiere paciencia. Los padres pueden desviar la atención del niño hacia otra cosa ofreciéndole alternativas y creando experiencias positivas. Por ejemplo, ofreciéndose a traer un juguete para desviar su atención de la terquedad.
Es importante recordar que la crisis de los tres años es una etapa natural en el desarrollo del niño, y el enfoque adecuado de los padres le ayudará a superar este periodo, convirtiéndose en una persona más independiente y equilibrada.