Los aromas que nos rodean en la vida cotidiana desempeñan un papel no sólo estético, sino también psicológico. Los olores de las flores, los árboles, la hierba recién cortada crean una atmósfera especial, llenando el aire de «vitaminas» naturales que pueden influir en nuestro bienestar e incluso en nuestro estado de ánimo. Aunque los perfumistas inspirados en la naturaleza crean exquisitas fragancias encapsuladas en frascos, cada aroma de nuestro entorno puede ser una poderosa herramienta para influir en nuestra percepción del mundo que nos rodea.
Los olores, como otras experiencias sensoriales, afectan a nuestro estado emocional y pueden evocar diversas asociaciones. Los olores agradables, como el de las flores frescas o las hierbas aromáticas, pueden evocar sensaciones de ligereza y relajación, mientras que los olores más penetrantes o «pesados», como el alcanfor o la cebolla, evocan por el contrario reacciones emocionales más agudas. Sin embargo, la percepción de los olores es subjetiva. Lo que es agradable para una persona puede ser desagradable para otra.
Existen varios tipos de olores, que pueden dividirse en agradables, desagradables y neutros. Los olores agradables, como la vainilla o los cítricos, son placenteros y pueden constituir la base de asociaciones positivas. Mientras que los olores con matices de alquitrán u olores que recuerdan al alcanfor pueden causar molestias a la mayoría de las personas, pero para algunas son olores agradables y familiares.
Además de su función estética, los olores afectan a nuestra memoria y percepción. Por ejemplo, algunos olores pueden recordarnos acontecimientos del pasado, felices o, por el contrario, tristes. Esto se debe a la conexión entre el sentido del olfato y el centro de la memoria en el cerebro. Por tanto, los olores pueden ser desencadenantes tan potentes que pueden servir para revivir recuerdos de momentos importantes de la vida.
La perfumería, que se remonta a la antigüedad, es hoy parte integrante de la cultura y la moda. La ropa, los accesorios y, por supuesto, las fragancias contribuyen a expresar la individualidad. Es el perfume el que puede complementar la imagen, convertirse en su acorde final, porque la fragancia adecuada puede atraer la atención e incluso crear una atmósfera propicia para la comunicación.
En el mundo de la perfumería hay muchas variedades de fragancias, cada una de las cuales tiene su propio carácter. Por ejemplo, las fragancias «verdes» recuerdan a la frescura de la naturaleza, las «florales» a prados y jardines, y las «orientales» sumergen en una atmósfera de misterio y lujo. Los perfumes aldehídos y chipres ofrecen composiciones más complejas y con múltiples capas, en las que pueden entrelazarse notas florales y amaderadas.
Para que las fragancias gusten y no irriten, es importante seguir algunas reglas de uso. Por ejemplo, conviene tener en cuenta la estacionalidad: en verano, son preferibles los olores ligeros y frescos, y en invierno, más intensos y cálidos. También hay que recordar que no hay que exagerar con la cantidad de perfume, para no causar molestias a los demás.
Así pues, la fragancia no es sólo un olor, sino todo un sistema que influye en nuestra percepción del mundo que nos rodea, nuestro estado de ánimo y nuestras relaciones con los demás. Elegir el perfume adecuado puede ser un aspecto importante del estilo personal y puede ayudarle a expresar su singularidad.