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Las grosellas, ya sean negras, rojas o blancas, son un verdadero tesoro de vitaminas y elementos útiles. Esta baya es rica en vitamina C y también contiene flavonoides, flavonoides, antocianinas, catequinas, vitaminas A, B2, P, caroteno, ácidos orgánicos (cítrico, málico, salicílico, tartárico) y muchos macro y microelementos como hierro, magnesio, yodo, potasio, manganeso y azúcares (6-16%). Las grosellas pueden consumirse frescas, congeladas o como bayas recubiertas de azúcar. Sus hojas también se utilizan en adobos, encurtidos de pepinos, setas, tomates y chucrut.
El consumo regular de grosellas y productos derivados es bueno para personas de todas las edades, especialmente para las debilitadas y ancianas. Esta baya es especialmente útil para quienes llevan un estilo de vida activo, son propensos a los resfriados, la anemia, la aterosclerosis, así como para quienes padecen trastornos metabólicos y distróficos del sistema musculoesquelético, enfermedades alérgicas, gota, diabetes, urolitiasis y otras enfermedades.
Las grosellas también son un alimento importante para los habitantes de zonas ecológicamente desfavorecidas, pero es importante recordar que esta baya puede acumular toxinas del suelo, como radionúclidos, metales pesados y pesticidas. Por eso, para preservar la salud, es mejor cultivar grosellas en zonas limpias.
Las grosellas también pueden utilizarse para crear eficaces mascarillas capilares. Aplicar papilla de grosellas en el pelo y aclararlo después de veinte minutos con agua tibia puede dar al cabello un brillo y una suavidad saludables.
Para quienes busquen formas alternativas de mejorar su aspecto, existen otras opciones como las horquillas naturales y otros accesorios artificiales para el pelo que se pueden encontrar en tiendas especializadas.
En resumen, las grosellas tienen un efecto beneficioso sobre el organismo, y sus bayas y hojas tienen aplicaciones en la cocina y el cuidado del aspecto, haciéndonos más sanos y bellos.
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