02 дек, 12:28
Desde los primeros días del embarazo, el cuerpo de la mujer empieza a experimentar cambios asombrosos. Este viaje dura nueve meses, y en cada etapa la futura mamá experimenta nuevos cambios, a veces inesperados. Estos cambios ayudan al bebé a crecer y desarrollarse y preparan el cuerpo de la mujer para el parto.
En las primeras fases, cuando la mujer ni siquiera es consciente de su posición, el cuerpo ya empieza a adaptarse al nuevo estado. Hacia la cuarta semana, las pruebas pueden confirmar el embarazo, y poco a poco aparecen los primeros síntomas: náuseas, cambios en el apetito, intolerancia a ciertos olores. Muchas mujeres se enfrentan a una toxicosis, que puede ser bastante desagradable, pero la mayoría de las veces no es peligrosa. Sin embargo, si las náuseas se vuelven excesivas y van acompañadas de debilidad, hay que consultar inmediatamente al médico para evitar complicaciones.
Al final de la octava semana, termina el periodo germinal y ya empiezan a formarse todos los órganos principales del futuro bebé. Durante este periodo, el estado de ánimo de la futura madre puede volverse volátil: puede sentirse débil o, por el contrario, irritable y nerviosa. Estos arrebatos emocionales se deben a cambios hormonales, que se harán menos perceptibles con el tiempo. A medida que el primer trimestre llega a su fin, la mujer empieza a sentirse más estable y su estado mejora.
En el segundo trimestre, el esfuerzo del organismo aumenta y, en torno a las 20-22 semanas, los niveles de hemoglobina en sangre pueden descender. Esto puede provocar mareos, fatiga rápida y dolores de cabeza. Para evitar complicaciones más graves, como el parto prematuro o la amenaza de aborto, es importante empezar a tomar suplementos de hierro y vitaminas a tiempo.
En la segunda mitad del embarazo, existe el riesgo de desarrollar una complicación grave: la gestosis. Esta afección puede manifestarse por la aparición de edemas, aumento de la tensión arterial y proteínas en la orina. Estos síntomas requieren un tratamiento obligatorio bajo supervisión médica, para no perjudicar ni a la futura madre ni al bebé.
A las 28 semanas, la mujer puede notar la secreción de calostro del pecho: se trata de un proceso completamente normal, y es importante observar la higiene para prepararse para la lactancia. En este momento también pueden aparecer debilidad o mareos, sobre todo si la mujer se tumba boca arriba, ya que el útero grávido presiona los grandes vasos, lo que altera la circulación sanguínea. Los médicos recomiendan descansar de lado para evitar estas sensaciones desagradables.
En la semana 35, el útero alcanza su tamaño máximo, y la futura mamá puede tener dificultades para respirar y realizar las tareas cotidianas. Sin embargo, hacia la semana 36-37, cuando el bebé empieza a descender, la respiración se hace más fácil y el estado de la mujer mejora notablemente. Durante este periodo, los médicos recomiendan llevar un vendaje especial para sujetar la columna y reducir la carga sobre el abdomen.
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